Por Jean Paul Hirschkowitz, docente de Ingeniería Civil Industrial USS Valdivia.
Junio fue el mes de la energía y curiosamente es uno de los meses del año en el que más energía utilizamos. El colegio de ingenieros celebró entre el 07 y 28 de junio el mes de la energía a través de una serie de seminarios que van desde política energética a sistemas eléctricos e innovación en la energía. Es este el momento en el que nos preguntamos cuál ha sido el impacto del manejo a voluntad de la energía en nuestras vidas.
Prácticamente, todos los grandes avances que ha tenido la humanidad están ligados al uso de la energía, y si bien el fuego para los cavernícolas es lo mismo para nosotros que el calefactor a gas, la ampolleta y el horno eléctrico; la vertiginosa retroalimentación entre necesidad y confort nos ha llevado a consumir incesantes cantidades de energía en las más variadas formas y aplicaciones. Cual Sancho Panza, la intensidad energética, es decir la cantidad de energía usada por cada mil dólares producidos, había seguido a ojos tapados el camino del desarrollo económico, nuestro Quijote.
El gran punto de inflexión a la época moderna, la revolución industrial, se alimentó de las entonces inagotables reservas de combustibles fósiles para propiciar la creación de trabajo, bienes, servicios y todo lo que hoy nos rodea. El impacto fue enorme, innegablemente, hemos avanzado a una sociedad más desarrollada, con mejores oportunidades y calidad de vida, pero a un muy alto costo.
Hoy en día las prioridades lentamente giran el volante y nos conducen a enfrentarnos a un desarrollo sustentable, consciente y amigable con el medio ambiente, no por elección, no por conciencia moral, sino por supervivencia. Es así como el desacople de la intensidad energética y la actividad económica, en conjunto con la utilización de fuentes renovables, se vuelve un objetivo primordial de los gobiernos que aunados en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) buscan la estabilización de la concentración de gases invernadero.
En este escenario, Chile no puede restarse de los esfuerzos, sino que tiene la oportunidad de convertirse en ícono y gestor del cambio. Hace unas semanas conocimos los resultados del proceso participativo que llevó a la conformación de la Ruta Energética 2018-2022 y en la que se establecen 10 mega compromisos para el futuro del país. Éste, junto con otros esfuerzos, a lo largo de los últimos ocho a 12 años, deben ser valorados por todos nosotros, construidos en conjunto y reiterados como buena práctica social , ya que evidencian el espíritu de cambio que se prevé en el corto y mediano plazo.