Por Lorenna Saldías Yáñez.
Presidenta del partido Radical Los Ríos.
A un año del estallido social, lo que hoy enfrentamos es la expresión política, nueva impredecible abierta, deliberativa de un proceso social de larga data. Un proceso heterogéneo con aristas diversas y de transformación de la condición histórica que ha surgido en la sociedad chilena en estas cuatro décadas.
La instalación de un modelo económico y social neoliberal, el que se adosó a un nuevo modelo ideal de sociedad. Este modelo tiene nuevas exigencias estructurales y nuevos ideales sociales. El empuje a la democratización de las relaciones políticas, sociales. Una promesa de enfoque de derechos, igualdad de género, relaciones de horizontalidad y autonomía. Y que al estar en el ideario ha presionado a la recomposición de los principios que regulan las relaciones e interacciones de las personas.
El modelo instalado tiene profundas desigualdades en términos de la democratización de las relaciones: precarización laboral, pérdidas de las protecciones sociales, privatización de los servicios sociales, aumento del desempleo, distribución del ingreso, sistema de las AFP y problemas medio ambientales, entre muchas otras; que generó un desgaste transversal de todo el sistema societal. Excepto de un grupo más protegido y aventajado.
Así cada uno y una ha hiperactuado en el mundo social, buscando soluciones individuales y resignificando el tejido social atomizado. Creando nuevas redes sociales de subsistencia. La ciudadanía cree que es posible actuar sin las instituciones o lo que es peor que debemos defendernos de las propias instituciones que han sido generadoras de exigencias abusivas. Por ausencia de estos sostenes.
A pocos días de cambiar la historia de Chile, estamos en un proceso constitucional y constituyente, que se abre a partir del 18 de octubre de 2019, gracias a una ciudadanía movilizada, con una deuda golpeadora de los derechos humanos. Una afrenta hacia la dignidad, hacia la redistribución del poder, de las riquezas, de detener los abusos y las exigencias de la violencia social.
Hoy a un año del estallido social, es el momento esencial de reconfiguración de fórmulas que gobiernan, las interacciones y legitimidades y las racionalidades sociales debilitadas. Momento de reconstituir los principios que regulan la vida social y política para que el Estado sustente su actuar en principios y valores como libertad, dignidad, fraternidad, autonomía, pluralismo, inclusión, participación paridad, solidaridad y buen vivir. Y nunca más hasta que la excepcionalidad del Estado se haga costumbre.